Los cielos no querían que ocurriera. Con su rostro plúmbeo, ceñudo, lanzaba iracundas amenazas a los que bajo él, se dirigían con las cabezas alzadas, pendientes de que se decidiera de una vez, al salón del cómic.
Los cielos no querían que ocurriera. Con su rostro plúmbeo, ceñudo, lanzaba iracundas amenazas a los que bajo él, se dirigían con las cabezas alzadas, pendientes de que se decidiera de una vez, al salón del cómic.