Si hay un aspecto destacado en nuestro carácter como país, es la infinita capacidad que tenemos para reírnos de nosotros mismos. Ya sea por nuestro carácter meditérraneo -o a pesar él-, más despreocupado y dicharachero que nuestros vecinos del frío norte, o por algún tipo de rancio complejo de inferioridad nacional1 -ese que nos hace fustigarnos con tanta frecuencia-, siempre…